Hasta ahora se habían intentado adminículos de succión, o de gas inerte, pero sabemos que en la práctica sólo retrasaban levemente la decadencia del vino. Este aparato, sencillo, es obra de un ingeniero norteamericano especializado en tecnología médica: se inserta una pequeña aguja en el corcho de una botella, se inyecta gas inerte (argón) y sale el vino por la aguja. Llena la copa, se saca la aguja y el argón ocupa totalmente el espacio dejado libre por el vino. Se vuelve a guardar y se mantiene como cuando estaba llena.
En el lanzamiento los fabricantes sirvieron vino de tres botellas de barbaresco, el Produttori Montestefano Riserva 2008, con varios niveles de llenado y las tres sometidas a extracciones con el Coravin en varios momentos durante las dos semanas anteriores. Los catadores fueron incapaces de detectar diferencias en los vinos y, lo que es más significativo, diferencias con una botella recién abierta.
Las posibilidades de seguir la evolución de un vino, de determinar el momento oportuno de abrir una botella de vino joven, se vuelven así casi infinitas.
Parker está entusiasmado, afirmando que habrá un antes y un después del Coravin en la historia de las catas de vino, aunque reconoce que hay inconvenientes. Uno, sin duda, el precio: el aparato cuesta 300 dólares y viene con tres cápsulas de argón, cada una de las cuales rellena el equivalente a 12-14 copas; luego, las cápsulas sueltas cuestan 10 dólares. Otro problema, que ya aparecido en catas mencionadas en el foro de Parker en internet: vinos viejos cuyos corchos ya están degradados –recordamos aquellos corchos viejos de Pesquera, que a los 20 años se te quedaban en las manos- y que, por mucho que lo aseguren los fabricantes del aparato, no retienen correctamente el argón una vez pinchado el corcho.
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